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suculento perfumara el aire -. Al igual que los líquenes, el melón contiene tanto células
animales como vegetales. Las células animales han sido mutadas en carne de vaca así
que, como pueden observar, la carne del interior se ha cocinado gracias al calor del
crecimiento y el filete de melón está listo para ser comido.
Cortó una suculenta loncha de carne rosada y se la metió en la boca. Seguidamente
saltó para ponerse a salvo mientras los demás se abalanzaban hacia el melón.
Pasó al menos una hora antes de que el último bocado fuera masticado y deglutido, se
efectuara el último eructo y se lanzara el último suspiro. Sólo quedaron restos de corteza,
mientras que los estómagos estaban llenos a reventar.
- ¿Tiene más semillas de ésas, almirante? - preguntó Bill con humilde admiración.
- Puede apostar por ello. Así pues, deshagámonos de todas las raciones de hierro y del
resto de chatarra suministrada por el Gobierno, y continuemos adelante. Veamos si
podemos llegar hasta las luces antes de que caiga la noche.
Se oyeron algunas quejas, pero ninguna protesta real. Incluso los más tontos del grupo
sabían que tenían que salir de aquel desierto antes de que se les agotara el agua.
Continuaron avanzando y avanzando hasta que el sol estuvo casi en el horizonte y Praktis
ordenó un alto.
- Ya basta por hoy. Creo que para cenar tendremos otra vez filete; así podremos
continuar con energías renovadas por la mañana. Y esta noche conseguiremos tener una
buena vista de las luces.
Con las barrigas llenas, se sentaron en rumiante hilera sobre la cima de una duna
mientras caía la noche. Los primeros murmullos de preocupación se transformaron en
gritos de alegría cuando apareció en el horizonte un apretado racimo de luces. Extraños
rayos como distantes haces de luces antiaéreas barrieron el cielo nocturno, cambiando de
color antes de desaparecer de la vista.
- ¡Ahí están! - gritó Praktis -. Y ahora más cerca. Pronto llegaremos allí, creedme.
Así lo hicieron... y se equivocaron. No llegaron allí ni al día siguiente ni al otro. Las
luces se hacían más brillantes pero no parecían más cercanas; y ya habían consumido la
mitad del agua.
- Confío en que estemos a mitad de camino - dijo Bill sombríamente pateando a un lado
la cantimplora vacía.
Los demás asintieron con descontento. Ya se habían comido los filetes y sorbido las
pequeñas raciones de agua, y aún era temprano.
- ¿Podríamos poner un poco de música? - preguntó Praktis.
La noche anterior lo había hecho, pero esa noche nadie mostraba interés. El
abatimiento que se palpaba en el aire era tan espeso que podía cortarse con un cuchillo.
De hecho, Bill tuvo que recortar un trozo para poder ver a los demás.
- Podríamos contar chistes - dijo alegremente -. O jugar a las adivinanzas. ¿Qué es una
cosa negra que se posa en los árboles y es mortal?
- Un cuervo con una ametralladora - se burló Meta -. Ésa ya era vieja cuando el
Universo era joven. Yo puedo cantar...
Se vio abrumada por gritos de protesta que se transformaron en murmullos y luego en
silencio. Aquélla iba a ser una de esas noches; por lo que se despertó un gran interés
cuando habló Cy. Él era el más callado de todos, el que sólo hablaba cuando le
formulaban una pregunta y habitualmente en esos casos sólo gruñía una respuesta.
- Escuchadme. Yo no siempre fui así. Distinto a los demás. No como me veis ahora.
Llevaba una vida diferente. Dos vidas diferentes. Nunca antes he revelado cómo
comenzó. Cómo acabó fue una tragedia. Me convertí. En algo diferente. No orgulloso de
ello. Pero ocurrió. Yo era un... hombre-vudú. - Su rostro se torció de forma obscena
cuando todos jadearon -. Sí. Lo era. Puedo hablarles de ello. Si quieren.
- Sí, cuéntenos - gritaron todos y se acercaron más para oír...
EL CUENTO DE CY BERPUNK
«La vida tenla para Cy el mismo sabor que la colilla de un cigarro apagado.
»Así debía de ser, pues mascaba una. La escupió. Vació los restos de orina alcalina de
la taza de plástico desportillado. La dejó caer al suelo. La aplastó con el tacón claveteado
de su bota.
»Día de juicio.
»Decisiones.
»En el exterior, parpadeó ante la luz nacarada del sol de color naranja amarillento. Los
fragmentos menudos de polietileno procedentes de los trabajos de inyección llenaban el
aire, convirtiéndolo en un repulsivo dibujo de moaré.
»Tiempo...
»El «camello» se recostaba obscenamente contra el diseño demencialmente agrietado
del escaparate. El ajustado traje de color rojo sangre arrojaba sombras sanguinolentas
sobre los preservativos y consoladores del interior del escaparate. No levantó la vista
cuando Cy se le acercó, aunque sabía que estaba allí. La joya en forma de calamar
incrustado de piedras preciosas que le colgaba a un lado de la nariz se estremeció de
ansiedad.
» - ¿Lo tienes? - gruñó lacónicamente.
» - Lo tengo. ¿Lo tienes tú?
» - Lo tengo. Dame.
» - Bien.
»La kreditkard, que aún conservaba la tibieza del cuerpo de Cy, cambió de manos.
» - Aquí dice diez mil talegos. El trato era nueve mil. ¿Te quieres quedar conmigo? - se
burló el «camello» lacónicamente.
» - Quédate con el cambio. Dame.
»Le dio.
»El RAMchip camuflado como cacahuete, se deslizó inquietantemente de una mano a
otra. Cy se lo metió cruelmente entre los labios. Se lo comió.
» - Bueno.
»Se marchó. Cy se quedó solo. Su lector dental accedió a la memoria del RAMchip.
Luz y sonido invadieron la famélica noche. Saltó a un lado; el vengativo robotmóvil erró.
Fue tragado por la noche hendida por la luz del flash del robotmóvil. Ningún peatón
estaba a salvo en Yessca. En la oscura callejuela, Cy buscó refugio tras un contenedor de
basura demasiado lleno, comprimido bajo la fatiga de los días, papel de computadora
impreso y chips compactos gastados, desechos de un torrente tecnológico que se
mezclaban de forma obscena.
»Cy volvió a poner en funcionamiento el RAMchip.
»Ya lo tenía. La fórmula largamente oculta que le gritaba desde los bancos de memoria
RAM. Era suyo.
»Ella yacía postrada en la cama plagada de virus cuando él entró. Le echó llave a la
puerta y la selló tras de sí. Miró fijamente la cadavérica blancura de su cuerpo.
»Tendrías que salir al sol más a menudo.
»No hubo respuesta. En torno a los ojos llevaba una pintura de diseño de topos. El
sujetador y las bragas de cuero negro adornados con puntillas de nailon revelaban más
que ocultaban su figura. No estaba buena. Demasiado plana de pecho. Sin culo.
» - ¿Esta habitación es segura?
» - He desconectado el teléfono.
» - Aquí tienes - dijo él escupiendo el RAMchip en la palma de una mano.
» - No quiero tu asqueroso cacahuete usado.
»La ira encendió una antorcha invisible tras los ojos de él.
» - Cállate. Es la fórmula.
»La computadora se encendió cuando él le propinó un puntapié. Era una antigua IBM
PC, destripada y trucada con un macro Z-80's. Ahora tenía más compergs que un Cray. El
RAMchip encajó en el orificio especialmente diseñado con forma de cacahuete. La
pantalla despertó a la repulsiva vida, y la recorrieron unos símbolos indescifrables.
» - Ahí está.
» - Es indescifrable.
» - No si has sido entrenado. Eso es un tres, eso es un siete.
»Ella abrió desmesuradamente los ojos ante su arcano conocimiento. Se volvió,
rechazándolo. Sacó una píldora pentagonal. Una copia tibetana de una aspirina ilegal de
Islandia. Le hizo efecto mientras los obscenos símbolos pasaban a toda velocidad por la
pantalla. La impresora láser roncó grotescamente al vomitar papel impreso.
» - Toma.
» - No puedo.
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