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un revés, démelo. Y no volveré a abordarla. Pero sepa que desde aquella reunión en
Coghlan no he dejado de pensar en usted. Comprendo que es casada y que esto puede
parecerle una locura.
Delia la observaba muda.
Creamé, suplicó Lía.
Delia miró ahora a los costados con temor de ser vista.
No sé qué hacer con esto que me pasa, musitó Lía.
Delia sonrió con tristeza:
Como si yo supiera, querida.
Lía le pidió:
Dame el brazo. Dos amigas pueden caminar del brazo.
Tomando la iniciativa, Lía la agarró del brazo y cruzaron hacia la plaza.
El profesor Gómez suspira.
Esa misma noche, tarde, Lía me contó por teléfono:
No sabés el beso de lengua que nos dimos.
2 / LA LENGUA DEL MALÓN
Aquí están, anuncia el profesor. Los originales de La lengua del malón.
Por supuesto, vuelvo a preguntarme a quién puede interesarle esta historia de
homosexuales y bombardeo a mediados del siglo pasado. Una y otra vez me lo
pregunto. A quién. Qué sentido tiene revolver toda esa ropa interior del ayer. Los
fluidos del amor y la sangre ya se secaron en la tela. Tienen la misma vida que una
flor marchita entre las páginas de un libro de versos olvidado. Y después de esta
metáfora más bien cursilona, cosas concretas:
En ciertas madrugadas de mi insomnio siento que los sonidos de la noche, aun los
más tenues son detonaciones, silbidos de proyectiles, voces que gritan, claman,
jadean, lloran en el silencio de la negrura.
Doy vueltas entre estos libros, cuadernos, biblioratos. Y acá, entre todo el
papelerío, esta carpeta celeste. Esta carpeta celeste que está viva. Dirán que lo mío es
el delirio de un poseído. Pero aun ahora, cuando el celeste ha desteñido, y las páginas
amarilleado, la tipografía de máquina de escribir, los tachados con la x, las
anotaciones caligrafiadas por Delia, siguen latiendo.
Pero no quiero adelantarme a la lectura de la historia.
Se dirá que La lengua del malón representa una postrera justicia poética en la
historia de nuestra literatura. Pero así como el garche nunca es sólo coreografía
corporal, intercambio de líquidos, La lengua del malón es bastante más que una
novela erótica, aun cuando la primera lectura que ofrece pueda ser escabrosa y
húmeda. En cuanto a la parodia, como clasificación, se me ocurre precaria. Si bien el
texto, escrito en la segunda mitad del siglo veinte, emula folletines de siglos pasados,
su intención reside a menudo más en la estampa que en lo novelesco. Como en toda
narración erótica, predominan las escenas de garche. Pero el detalle, las páginas de
garche, hacen al sentido de la trama. Y acá se impone otra digresión.
Garche, especifica el profesor, tiene una musicalidad libertina de la que carece
coger. Y cuando digo coger, escúchenlo con j. La argentinización lunfa del verbo
remite a la violencia de la posesión. Garche, en cambio, con su sonoridad francófona,
nos propone una reminiscencia cortesana, una cachondez gozosa que excluye, en
principio, la noción de toma, de apropiación.
En cuanto a la parodia, se detecta menos en la imitación burlesca y compasiva de
la ñoñería del folletín que en la reproducción de técnicas narrativas que le
garantizaron perduración tanto a Pietro Aretino como a John Cleland. A quienes
duden de que Delia tuvo en cuenta estas obras, basta subrayarles las zonas de
coincidencia entre la manipulación de un pene en una celda religiosa, pienso en
Aretino, o la indagación de una vagina en una alcoba, pienso en Cleland, y comparar
estos modelos con La lengua del malón. El cotejo apunta a resaltar la forma en que
Delia adopta una poética y la utiliza para prismar el territorio devastado por el
exterminio.
Admito que, al entrar en tema, dice el profesor, la tentación prologuista me
domina. Es que son tantos los años de esta carpeta como los que llevo conservándola.
Abomino, como ya dije, de toda variación del coleccionismo, especialmente de esa
voluntad dictatorial de poseer la pieza única, pensando que el valor de la misma se
trasladará a su propietario. Sin embargo, al revisar este original, no puedo evitar una
mezcla de exaltación petulante y vanidad vergonzosa al afirmar que este texto, si esta
noche está acá, virgen a su pesar, se debe a mi empeño en salvarlo.
Al divulgar esta historia se me formularán reproches, la polémica causará tal vez
un revuelo transitorio, brisas flatulentas agitando la telaraña académica. No les temo.
Pero sí me acobarda una pregunta que, inexorable, se me va a hacer. Y será, tarde o
temprano, el dardo principal que se me arrojará: a qué se debió mi tenacidad en
mantener oculto un texto que venía a soliviantar los ánimos del gallinero literario y no
sólo. No le temo, insisto, a las segregaciones de ghetto literario ni al complot censor
de los capitostes de aula magna. Pero esa pregunta, en cambio, sí me afecta. Por qué
hice que La lengua del malón permaneciera medio siglo en su calidad de manuscrito
secreto. Puedo decir justificaciones más o menos plausibles a esa pregunta que me
lacera. Puedo decir que no era todavía el tiempo de su divulgación. Puedo decir que
sospechaba, con razón, que el texto sería malinterpretado. Puedo decir con presunción [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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