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-Qu tal ha ido el da, Billy?
-Bien.
-Y Delacroix?
-Bien. Sabe que maana es su da y al mismo tiempo no parece darse por enterado. Ya sabes
cómo se comportan casi todos cuando les llega el fin.
Asent con un gesto.
-Y Wharton?
-Vaya comediante! -exclamó Bill con una risita-. Hace que Jack Benny parezca un cuquero
a su lado. Le dijo a Rolfe Wettermark que coma mermelada de fresa del coo de su esposa.
-Y qu contestó Rolfe?
-Que no estaba casado. Le dijo que deba de estar pensando en su propia madre.
Re con ganas. Aunque era una vulgaridad, tena gracia y era un placer rer sin sentir que
alguien encenda cerillas en mi vientre. Bill rió conmigo, luego arrojó el resto del caf al patio,
donde a esas horas sólo quedaban algunos presos de confianza que parecan llevar mil aos all.
Se oyó un trueno a lo lejos y un relmpago iluminó el cielo encapotado. Bill miró hacia
arriba con intranquilidad y dejó de rer.
-Te confieso que este tiempo no me gusta nada. Parece que fuera a pasar algo en cualquier
momento. Algo malo.
En eso tena razón. Algo malo ocurrió aquella noche alrededor de las diez menos cuarto,
cuando Percy mató a Cascabel.
10
Todo pareca indicar que bamos a tener una buena noche, a pesar del calor. John Coffey
estaba tan tranquilo como de costumbre, el Salvaje Bill finga ser el Bill el Bueno y Delacroix
estaba de bastante buen humor considerando que tena una cita con la Freidora en menos de
veinticuatro horas.
Comprenda lo que iba a pasarle, al menos a un nivel muy bsico. Haba pedido tacos para su
ltima comida (como mnimo cuatro) y me haba dado instrucciones especiales para la cocina:
-Dgales que les pongan salsa picante -dijo-. No de la suave, sino de esa verde que quema la
garganta. Esa salsa me da cagarrinas y me paso todo el da siguiente en el lavabo, pero esta vez eso
no ser problema, n'est pas?
La mayora de los condenados se preocupaban por su alma inmortal con una especie de
estpida morbosidad, pero Delacroix no dio mayor importancia a mi pregunta sobre quin quera
que le diera consuelo espiritual en sus ltimas horas. Si el Cacique Bitterbuck no haba puesto
objeciones a Schuster, tampoco lo hara l. Lo que de verdad le preocupaba, como seguramente
habris imaginado, era qu pasara con Cascabel despus de que l muriese. Yo estaba
acostumbrado a pasar muchas horas con los condenados la noche anterior a su ejecución, pero
aqulla era la primera vez que pasaba esas horas hablando del destino de un ratón.
Del imaginó una situación tras otra, estudiando pacientemente todas las posibilidades. Y
mientras pensaba en voz alta, planeando el futuro de su mascota como si se tratara de un hijo que
deba ir a la universidad, arrojaba el carrete una y otra vez contra la pared. Cascabel corra tras l,
lo atajaba y lo empujaba hacia los pies del francs. Al cabo de un rato, la escena empezó a
ponerme nervioso: primero el ruido del carrete al chocar contra la pared, luego el de las patitas del
ratón sobre el suelo. Aunque el truco era ingenioso, perda por completo la gracia despus de
noventa minutos seguidos de representación. Y Cascabel era incansable. De vez en cuando se
detena para beber agua de un plato de caf o mordisquear uno de los caramelos de menta, y luego
empezaba de nuevo con su nmero. En ms de una ocasión estuve a punto de pedirle a Delacroix
que lo dejara descansar un rato, pero entonces me recordaba a m mismo que sólo tena aquella
noche y el da siguiente para jugar con Cascabel. Sin embargo, comenzaba a costarme mantenerme
fiel a mi promesa de dejarle hacer su santa voluntad. Ya sabis cómo se siente uno cuando oye un
ruido una y otra vez; acaba por atacarte a los nervios. Cuando me decid a hablar, vi a John Coffey
junto a la puerta de la celda, al otro lado del pasillo, moviendo la cabeza de un lado a otro
-derecha, izquierda y otra vez al centrocomo si me hubiera ledo el pensamiento y me aconsejara
que lo pensase mejor.
Dije que me ocupara de que llevaran a Cascabel con la ta soltera de Delacroix, aquella que
le haba enviado el paquete de caramelos. Le enviaramos tambin el carrete, e incluso la casa.
Haramos una colecta y conseguiramos que Tuu Tuu renunciara a la caja de cigarros Corona. Pero
despus de unos segundos de reflexión, durante los cuales arrojó el carrete contra la pared al
menos cinco veces y Cascabel se lo devolvió con el hocico o las patas, Delacroix dijo que no. La
ta Hermoine era demasiado vieja, no entendera el carcter juguetón de Cascabel. Adems, qu
pasara si el ratón viva ms que ella? Qu sera de l en ese caso? No; la ta Hermoine no era la
persona adecuada.
Le pregunt qu le parecera que uno de nosotros se ocupara de l. As podra quedarse en el
bloque E. Delacroix me agradeció el detalle, certainement, pero dijo que Cascabel era un ratón que
necesitaba libertad. l lo saba porque, como ya habris adivinado, el ratón se lo haba dicho al
odo.
-De acuerdo -lije-, entonces uno de nosotros se lo llevar a casa. Quiz Dean. Estoy seguro
de que a su hijo le encantara tener un ratón de mascota.
Delacroix palideció de horror ante aquella idea. Un nio pequeo a cargo de un genio
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